El 28 de abril de 2025 quedará registrado en la memoria colectiva como el día en que la península ibérica se apagó. En cuestión de segundos, el suministro eléctrico colapsó afectando a millones de personas, empresas y servicios esenciales en España, Portugal y regiones limítrofes. Lo que comenzó como una anomalía técnica en la red energética europea derivó en un fallo sistémico de grandes proporciones, cuyos efectos inmediatos se extendieron durante horas y cuyas consecuencias a medio y largo plazo todavía se están evaluando.
Más allá del impacto técnico y logístico, este suceso dejó al descubierto una verdad incómoda: nuestra dependencia absoluta de sistemas interconectados que, en caso de fallar, paralizan no solo infraestructuras, sino también la actividad económica y la organización social. Este artículo aborda los distintos aspectos de este apagón, con especial atención a los autónomos, emprendedores y pequeñas empresas, proponiendo reflexiones críticas, medidas preventivas y reconociendo el papel fundamental que jugó la ciudadanía en medio del caos.