TEMA CANDENTE: LA CENSURA DE LAS PLATAFORMAS SOCIALES. No puedo callarme más. Estoy harto de ver cómo las grandes plataformas sociales —esas que presumen de libertad de expresión— actúan como jueces y verdugos digitales según les conviene. Y no, no lo hacen por proteger a nadie ni por cuidar a la comunidad: lo hacen por intereses. Por dinero. Por poder. Porque, aunque lo disfracen con normas bonitas, al final quien manda en este circo es el que paga. El resto, los que decimos verdades incómodas o no generamos ingresos para sus bolsillos, simplemente somos censurables. Silenciables. Prescindibles.
Lo más grave es que esta censura no es transparente ni justa. No es la misma para todos. Depende de dónde vivas, de lo que digas, de a quién incomodes… y, sobre todo, de cuánto dinero pongas sobre la mesa. Si tienes patrocinadores, marcas detrás o estás alineado con sus intereses, puedes decir casi cualquier cosa. Si no, mejor que te calles. Porque si te sales del guión, te tumban. Te limitan. Te borran. Así de claro. Así de sucio. Así de hipócrita.